Cuenta la historia que un presidente brasileño le propuso a otro argentino fabricar un avión comercial. Eran mediados de los 80. La industria nacional de aviación, en ese entonces a cargo de Fabricaciones Militares (FMA), era bastante prolífica y un proyecto civil en tiempos de democracia no venía nada mal. José Sarney le dijo a Raúl Alfonsín, allá por 1985, algo así: "Estamos con ganas de armar un avioncito, ¿te copás? Se va a llamar Embraer/FMA CBA 123 Vector". El radical asintió: "Y daaaaaaaaale". Años después, Carlos Menem sacó a Argentina del proyecto y Embraer, gracias él, se transformó en la tercera compañía de aviones del mundo.
El Embraer/FMA costó 300 millones de dólares y terminó con dos prototipos, después de los cuales Brasil decidió cancelarlo. No importaba: su empresa de aviación ya había alcanzado la madurez tecnológica necesaria para competir cabeza a cabeza con Boeing y Airbus en la fabricación de aviones.
A comienzos de los 90, con el país y FMA derruídos y el proceso de privatizaciones en marcha, Menem decidió que había sido suficiente. Hacían falta unos u$s 50 millones más para el avión y el riojano frenó la participación argentina en la empresa. Y privatizó FMA, que pasó a manos de Lockheed Martin, gestión estadounidense mediante.
En 1992, Menem compró el Tango 01. Pagó 67 millones de dólares.
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