Una desgracia con suerte y acción, ¿sigue siendo desgracia? Creo que sí, aunque el gusto sea otro, porque tengo que reponer un cristal roto y varios documentos. Pero podría haber sido peor y menos interesante.
Todo comenzó el viernes entre las 8 y las 8.45 de la tarde. Fuimos con Vero a correr al Parque Ecológico de City Bell, como hacemos habitualmente, y dejamos la mochila con los documentos en la Testarosa. Al volver al auto noté que me habían regalado un cascote. Claro; para entergarlo tuvieron que romper la ventanilla del lado del conductor. Se llevaron a cambio mi mochila con los documentos y mi querida Palm Treo 680.
Puteadas al aire, impotencia, gritos a los opas de la seguridad privada, cambio de cerradura en casa, baja de tarjetas.
El sábado intenté sin éxito hacer la denuncia, hasta el mediodía. Volví a casa con más bronca que otra cosa. Me llamó mi viejo al celular de Vero diciendo que "Sergio" había encontrado la Palm. 0221 (...). Llamé a Sergio y quedamos en que me la entregaba a las 4 de la tarde en un lugar bastante transitado de Villa Elisa.
Sergio, al rato, me mandó un SMS: "Me ofrecen $400 y necesito la plata, ¿Qué hago?". "Yo te los doy", escribió Vero.
Volví a la policía. Expliqué lo que pasó, me tomaron la denuncia y se hicieron las 3.45. Vero y yo nos subimos a la Testarosa y seguimos a dos polis de civil, que manejaban un Taunus desvencijado. Habrán sido 4 kilómetros. La adrenalina o el miedo los hicieron interminables.
"Cuando vea que hablás con un pibe, me acerco por detrás y lo encañono", me tranquilizó el oficial de calle, o no.
El Taunus estacionó a tres cuadras y el poli se fue "a tomar un heladito" a la zona. Esperé 5 minutos y manejé hasta el punto de encuentro. Estacioné a la sombra y caminé hasta esa iglesia evangélica de la esquina en la que habíamos quedado.
Yo era un manojo de nervios y ansiedad, aunque no sé por qué ya no estaba asustado. Esperé 10 minutos, mirando de reojo al auto, donde me esperaba Vero, y al poli, sentado a la sombrita, enfrente.
Apareció "Sergio". Me saludó como a un amigo. "¿Querés la Palm?", preguntó, y la sacó de su bolsillo. Estaba impecable, con todos mis contactos incluidos. "La compré", siguió, mientras yo intentaba hacer tiempo hasta que se acercara la ley, miraba de reojo el auto y guardaba mi Palm. "Cómo, ¿no la habías encontrado?", me esforzaba para seguir la conversación.
El policía y un panzón se acercaron, mostraron el arma y se sentaron los tres. "Yo lo conozco, no es chorizo, no tiene antecedentes", informaba el panzón, para tratar de ablandar a "Sergio".
"Sergio" amenazó con llamar a 5 abogados, entrar y salir de la comisaría. E insistía en que la compró y actuó de buena fe por "el pobre pibe al que le habían robado". "Quería recuperar mi plata", justificaba. Yo, callado y más tranquilo, esperaba instrucciones.
Habrán sido otros 10 minutos. "Sergio" tiró un nombre -Juan Cruz- y el panzón dijo al aire: "¡Ese hijo de puta!". En el medio, una chica vino con una rosa hasta el panzón, que con un guiño y una seña le dio a entender que esperara en la otra esquina.
"Sergio" y el policía se subieron a un patrullero que llegó al lugar. "Vamos a la comisaría", me indicó el oficial. Manejé, ya con mi Palm y con Vero, a quien dejé en casa.
Dos horas más en la comisaría, sentado en frente de "Sergio", que me hablaba como si aguardáramos al doctor en una sala de espera. "Sergio" dio su declaración. Después entré yo, fotografiaron a la Palm. Después esperé de nuevo afuera. Después pedí irme a mi casa, a 10 cuadras de la Comisaría, y prometí volver cuando me llamaran con los papeles de la Treo. Eso hice a la media hora.
"Sergio" esperaba afuera de la comisaría, con su novia y otro pibe, sentado en el pilar donde hay una virgen. "Voy a hacer que aparezcan tus documentos, por la plata no te hagas problema", me dijo. Le sonreí, levanté el pulgar en signo de "Ok" y entré. Firmé la declaración, un par de fotos al auto y a casa.
Ahora, quizás pasado de acción, pienso en llamar a "Sergio" y decirle que me acordé que, cuando hablamos por primera vez, dijo que vio una mochila negra tirada en la calle donde encontró la Palm. Nunca le había dicho yo que me habían robado la mochila, y menos que era negra. "Devolveme todo y digo que un remisero encontró los documentos", imagino que le digo. O no. O llamo al policía y le cuento que me acordé de eso. En una de esas evito la decena de trámites para renovar todos los documentos.
La Palm está impecable. Borraron mis fotos y mi música. Un quiosquero gordo se ríe desde una imagen que tomó "Sergio". Y "Tu vas a volar", una cumbia de Mario Luis, sale por el parlante de la Treo. Creo que eso es lo que más me molesta de todo esto.
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4 comentarios:
Bueno Esteban no te quejes que "Sergio" resultó un copado al final si te dejo ese videito para calmar las aguas. Anda recuperando el numero y llamalo el proximo sábado a un asado entre amigos.
Moraleja: LA REALIDAD SIEMPRE SUPERA LA FICCION! Yo puedo relatarte como una noche me robaron la cartera y estando haciendo la denunca en la comisaría me llama un gentil sr. que habia encontrado mis documentos y mis telefonos, que solo recupere en parte y como un oficial de la policia me pidio una boleta de nextel que necesitaba para ... este para ... bue, mejor no la necesitaba tanto. Es más cuando hable con un superior ni me la había pedido.
para qué quería la boleta el ofi?
se viene el mapa del delito de la verdad de la milanesa, con lucecitas en los lugares delictivos y todo!
Lo mejor de todo es el teatro que hizo la policía, porque Sergio, "que no era chorizo", ni siquiera quedó detenido y Juan Cruz, "ese hijo de puta", nunca va a aparecer, porque seguramente era tan falso como la historia de Sergio y Sergio mismo. Para la próxima, quedate viendo una peli en tu casa, je!
Segun cuentan las malas lenguas para hacer un cambio de titularidad del equipo, x que con la factura + los documentos (que estaban en la cartera choreada) tenian todos los datos y documentacion necesaria para quedarse con un nextel 0km ;)
Pero bue, usted sabe como son las malas lenguas ...
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