Como ningún prensero amigo me invitó a la cancha, fui parte de los 40 puntos de rating que siguió el debut oficial de Diego como DT por La Tele -todos somos rating, al fin y al cabo-. Contundencia antes que juego bonito: cuatro veces embocó Argentina a Venezuela. Cuatro veces mostró la transmisión a De Narváez en el palco del Monumental. Cuatro golpes asestó Clarín al matrimonio K.
La respuesta del grupo a la ley de medios que impulsan Néstor y la dama del atril fue ésa: entre tantas personalidades que fueron a la cancha (me juego a que un paneo por la platea San Martín baja hubiera dado como resultado una veintena de famosos periodísticamente más interesantes que el dueño del diario en el que trabajo), Clarín eligió cuatro veces a De Narváez, el opositor que peleará palmo a palmo las elecciones bonaerenses con K. Y a nadie más.
No leí la ley de medios en detalle, pero a primera vista me parece interesante. Es evidente que le pone un freno a los multimedios y abre el juego hacia otros actores, tanto empresarios como organizaciones sociales.
Eso no quita segundas, terceras y cuartas intenciones por parte del Gobierno: lanzarla en plena campaña electoral y hacer un road show antes de votarla, de acá a dos meses, da lugar a todo tipo de interpretaciones. También provoca sospechas la cantidad de empresarios amigos de Néstor que hacen fila para capturar alguna señal de TV o radio. Y es innegable que sólo perjudica a Clarín: ni el amigo Hadad, ni Telefónica ni nadie pierde negocios -más bien, todo lo contrario-.
Como siempre, estos muchachos empañan con su forma de hacer las cosas cualquier buena intención, como coparticipar retenciones, estatizar las jubilaciones o reemplazar una ley de medios vetusta y dictatorial.
Y, como siempre, desde hace 50 años, Clarín hace su juego. Digan que Dányelis no fue a la cancha...
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