domingo, 19 de julio de 2009

Santa Fe y Callao

"¡Vamos para Santa Fe y Callao! ¡Nos están esperando!". La gringueada agarró por Sarmiento, pasó por La Rural y, derechito por Santa Fe, enfiló para Recoleta. En ese entonces -las 9 de la noche pasadas-, la batalla de cuatro meses y algunos días estaba perdida.
Me tocó seguir el desenlace de la votación del proyecto de retenciones móviles en el Senado desde el Rosedal, donde la mesa de enlace, unos centenares de productores llegados desde la pampa y el MST (¡¿Movimiento Socialista de los Trabajadores?!) se habían convocado.
Llegamos con el fotógrafo del diario después de las seis. El viaje en taxi había sido un resumen perfecto de los cuatro meses anteriores. El fotógrafo y el tachero se peleaban a los gritos por las retenciones y yo, repodrido, miraba por la ventana una ciudad que, como el resto del país, me parecía paralizada entre marchas y contramarchas, piquetes y contrapiquetes, carpas y contracarpas.
La derrota estaba instalada entre las carpas, los micros, las 4x4 y los cinturones de Cardón. Los productores agropecuarios se sacaban fotos con Buzzi, le agradecían el esfuerzo y decían que había que seguir.
Un militante del MST (¡¿Movimiento Socialista de los Trabajadores?!) bajaba la cabeza y me decía que estaban ahí por los "pequeños arrendatarios", no por Miguens, ni por Biolcati, ni La Rural. Él sabía que estaban en orsai: eran los Miguens y Biolcatis los que seguían desde la primera fila del anfiteatro armado ad hoc la votación en pantalla grande, transmitida en vivo por el Canal Rural.

Los gringos, rubiones y curtidos, decían que se les acababa el mundo. Que con las retenciones así. el pueblo -cualquiera- estaba frenado, que no tenía sentido invertir. Ese día, nadie me habló del ganado ni la leche ni del trigo ni del maíz. Era la soja lo que importaba.
A las 8 arrancó un cacerolazo en Sarmiento y Libertador. Tomaron el monumento, salieron en la tele con banderas argentinas, sumaron a vecinas paquetas que llegaban con los cacharros de otros años y arrancaron por Sarmiento. Hacia Recoleta, claro, previo paso por La Rural.
Cuando llegué al diario a escribir la crónica de la derrota, todo empezaba a cambiar. Un tal Emilio Rached, senador santiagueño del kirchnerista Frente Cívico, amagaba con darse vuelta y votar en contra. Puerta había ido a buscar a Menem al hospital para que levantara la mano por el no. La votación terminaba 36 a 36.
Ahí apareció el vice. Rosqueó, transpiró y tiró esa frase tan poco poética, tan indirecta, tan de quien no quiere la cosa, tan berreta para quedar en la historia: "Mi voto no es positivo". Ni afirmativo ni negativo. "No positivo".
Cobos surgió en el firmamento y se volvió a Mendoza en auto, saludado en cada pueblo, porque desde entonces ni el avión presidencial le dieron. Cobos, la mesa de enlace, De Ángeli y todos los personajes que nos acompañan desde hace un año y cuatro meses fueron inventos kirchneristas.
Todos van para Santa Fe y Callao. Ninguna revolución arranca desde esa esquina tan paqueta.

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